No me siento el protagonista de esta historia. Solo soy el nexo, la causa o el motivo que lleva a dos maratonianos a plantearse una experiencia nueva: acompañar a este corredor gordo y lento durante 42.195 metros,… a un ritmo imposible para su preparación, su cuerpo, sus piernas y su cabeza.

Llegué a meta porque ellos estaban allí.

«Quizá debería asumir que yo no puedo correr un maratón, que esta prueba no es para mí». (Ximo, yo, entre el kilómetro 23 y 24 del maratón Valencia 2015)

El viernes

Martín ha viajado toda la noche en un autobús cuyo destino es Valencia. Cuando pisa la calle, cerca de las 6 de la mañana, lo primero que encuentra es una linea azul. La acaban de pintar. No lo sabe, no se sitúa todavía, pero esa foto que Martín (PatagonicoRunner) cuelga en una red social es del lugar en el que podría aparecer el muro. El kilómetro 30 y pico del maratón.

Empezada la tarde, Ángel comienza su viaje en un pueblo de la Comunidad de Madrid. Él, Vicky, la pequeña Martina, el neceser de la niña, el carro, dos bolsas llenas de ropa, mochilas,… y 4 horas de coche. Su GPS obsoleto no le conduce por el camino más recto. Ángel (Contadordekm) también se mueve así. Donde hay 21 kilómetros entre la salida y la meta, él correrá 26.

El domingo

El maratón de verdad, bien corrido, bien luchado, constante, rítmico, bonito, dura solo la mitad del trayecto. Después, ya nada funciona.

Entre el kilómetro 23 y el 24, en una distancia superada muchas veces en los últimos tiempos, Ximo, el Tractor de La Pobla se para:

– «Quizá debería asumir que yo no puedo correr un maratón, que esta prueba no es para mí».

– «Andá, seguí andando y vamos a acabar este». Desde la derecha, un acento argentino invita a continuar. Martín, en su octavo maratón del año, se adecua a la situación. No me agobia, deja distancia y simplemente acompaña.

Ángel revolotea en el entorno. Corre muy despacio, trae Réflex, corre por delante, aplaude a los voluntarios, corre por detrás, interactúa con el público… El equipo MAX sigue en acción.

Los kilómetros pasarán lenta pero constantemente. Caminamos a buen ritmo, controlando el tiempo. Todo lo ganado en la primera mitad sirve para mantenerse en la segunda.

– «Venga, moved el culo, que voy esperandoos». No soy un tipo simpático y mucho menos gracioso pero la frase me sale con naturalidad. Y así, entre pitos y flautas, aquella fiesta convertida en entierro se reconvierte en una juerga urbana.

De camino a la meta descubrimos la nueva vocación de Ángel: quiere ser speaker. Para perderlo de vista un ratito le enviamos a por agua a una fuente que estaba casi un kilómetro más adelante. Despistado ante el ritmo competitivo, 9′ el parcial, mezcla gominolas con isotónico y declara descojonado: «Acabo de montar una rave en el estómago».

Miembro de la organización que encontraba, miembro al que repetía: «He corrido el maratón de Madrid, el de Barcelona y dos veces aquí. Tenéis una gran carrera. Enhorabuena. Cuidadla». Una y otra vez, durante 18 kilómetros. Nunca se le acabó la pila.

Nos hicieron fotos, saludamos a todo bicho viviente y animamos a los pocos que quedaron atrás. Aplaudimos en cada punto de animación. Miramos culos y llegamos a picarnos con un italiano enorme, de altura y contorno, que en la recta final andó más rápido.

Pasado el kilómetro 39 regresaba la sensación de vergüenza: «Vamos a correr hasta la meta, aunque sea por mostrar un poco de dignidad». Ángel se había protegido la pierna. Nuestra lentitud la sobrecargó. Martín contesta: «No puedo correr, tengo la rodilla bloqueada». Me sale un: «Vaya mierda de liebres. Con mi ritmo os he reventado».

Sabiendo que la llegada era inminente, más tarde que pronto pero en tiempo y forma, convertimos los últimos 2.195 metros en un ‘despiporre’ total.

Y con la inercia, el equipo MAX apareció en la alfombra azul. Corrimos como se pudo para, en los últimos 5 metros, andar hasta la línea de meta. Así había sido nuestro maratón y así quisimos acabarlo en 5h50’32».

El equipo MAX (Martín, Ángel y Ximo) consiguió el objetivo principal: llegar a meta. Ese simple gesto conllevaba dos cosas:

1. Cumplir mi promesa porque ahora sí, Alba ya tiene su medalla.
2. Satisfacer un pacto entre maratonianos y devolver otra medalla, la del maratón Madrid 2014.

El lunes

Después de retirarme en 2013 y 2014, al tercer intento pude cruzar la meta. Y, sin embargo, sigo pensando que esto no ha sido correr un maratón.

Tengo esa sensación pero, al mismo tiempo, mi conciencia permanece tranquila. Había entrenado, estaba preparado pero… no salió bien, no salió como yo esperaba. O, simplemente, no puedo o no debo.

Quizá, algún día, sepa conseguirlo.

Por ahora tengo lo que buscaba. Soy el héroe de mi hija. Lo demás no me importa.

Y sin Martín, sin Ángel, sin los dos no lo hubiese conseguido.